Maria Simona Gaytan

Obituario de María Simona Gaytán – Esquivel

(18 de febrero de 1936 – 16 de septiembre de 2025)

Con profunda tristeza, pero con la esperanza firme en las promesas del Señor, la familia Gaytán – Esquivel anuncia el fallecimiento de nuestra amada María Simona Gaytán – Esquivel, quien partió a la presencia de Dios rodeada del amor de su familia.

Nació el 18 de febrero de 1936 en Juan Aldama, Zacatecas, México, fruto del amor de Antonio Esquivel y María Carmen Esquivel Martínez. Orgullosa de sus raíces mexicanas, María Simona vivió una vida de fe, entrega y amor incondicional.

Fue esposa devota del ya fallecido Arturo Gaytán Meraz, con quien formó una hermosa familia. Le sobreviven sus hijos: Minerva, Manuel, Sanjuana, Arturo, Elisa y Roberto, así como sus nueras: Isabel, Laura y Rocío, quienes siempre reconocieron en ella a una segunda madre. Su amada hija Christina la precedió en el camino al cielo, donde ahora descansan juntas

El legado de María Simona se extiende a través de 20 nietos, 44 bisnietos y 9 tataranietos, todos testigos de su amor inagotable y su sabiduría. También la sobrevive su querida hermana Carmen Mireles – Esquivel, con quien compartió la fe y la fortaleza familiar. La reciben en el cielo sus hermanos ya fallecidos: Agustín, Alfredo y Antonio Esquivel, así como sus hermanas Josefa y Maclovia Esquivel.

María Simona fue una mujer profundamente espiritual, que hallaba consuelo y fuerza en la lectura de la Biblia, y en las novenas que rezaba con fervor. Su fe en Dios era el centro de su vida y el faro que guiaba sus acciones. Con una taza de café en la mano y una sonrisa en el rostro, tejía mantas con sus propias manos y entretejía también el calor de hogar en los corazones de quienes la rodeaban.

Amaba los pequeños placeres de la vida: su comida mexicana, sus novelas de la tarde, y el sentarse a conversar con quien lo necesitara. Siempre puso a los demás por delante de sí misma. Tenía un corazón generoso que nunca dudó en extender la mano al necesitado, especialmente a aquellos en situación de calle, a quienes veía como hermanos en Cristo.

Su vida fue un testimonio de amor, humildad, y servicio. Nos deja el ejemplo de una mujer que vivió para los demás, que oró sin cesar, y que ahora reposa en la gloria eterna del Señor, donde ya no hay dolor ni llanto, solo paz.

Celebramos su vida con gratitud, y aunque su partida deja un vacío profundo, su espíritu vive en cada acto de bondad que sembró. Hasta que nos volvamos a encontrar, querida madre, abuela, hermana y amiga: descansa en los brazos del Señor.

"He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe." — 2 Timoteo 4:7